CRIMINAL
Sicario

Han pasado veinte años desde que "Sicario" cayó detonando la escena local, y aun así el LP sigue sonando como si hubiera salido ayer, con esa mezcla de mala leche, filo y convicción que pocas bandas logran capturar sin sonar forzadas. CRIMINAL en 2005 estaba en modo ataque total, con cero ganas de agradarle a nadie, y esa honestidad es justamente lo que hace que la placa envejezca con tanta dignidad. Es un álbum que no te pide permiso: te agarra de la chaqueta desde los primeros riffs y te arrastra de vuelta a ese momento donde el metal chileno dejó de mirar hacia afuera y decidió pararse en su propia rabia.

Lo primero que aparece al arrancar "Rise and fall" es ese sonido áspero, de taller mecánico, como si todo estuviera tocado rodeado de fierros calientes, grasa negra y sudor; esto es Metal con olor a calle, con el rugido directo de una banda que entendió que lo crudo también es una impronta poderosa. Mientras muchos grupos de los 2000 buscaban pulirse hasta quedar brillantes y sintéticos, el conjunto eligió lo contrario: mantener la fricción, el roce, la sensación de que el tema te está empujando contra la pared. Y lo increíble es que esa decisión, que en su momento parecía una declaración punk, hoy se sienta más fresca que nunca.

La voz, seca y rasposa de Anton es casi un combo en el hocico. Aquí no hay poses ni melodías de vitrina: cada línea se escupe con la calle hablándote de frente, sin metáforas, sin diplomacia. Hay un enojo que se siente familiar, muy de nuestro continente, como si las letras cargaran con años de estallidos, abusos, frustraciones y promesas rotas. Esta placa no necesita decir 'Latinoamérica' para sonar latinoamericano; basta la actitud, la forma en que el fraseo corre entre dientes apretados, como si la música fuera un arma más.

Las guitarras -RIP Rodrigo Contreras- se mueven entre la precisión quirúrgica y el caos controlado, y la batería hace lo suyo golpeando firme como un motor industrial, no deja respirar: te empuja siempre hacia adelante, como un camión sin frenos bajando por la cuesta. Y esa energía -esa sensación de que todo avanza con urgencia casi militar- le da al disco una tensión permanente que en cualquier momento puede explotar. Prueba de ello son los temazos "Time bomb", "The root of all evil" y la tremenda "Shot in the Face". Lejos de caer en lo predecible, Reisenegger y su combo mantienen cada track con identidad propia, metiendo cambios de ritmo y pequeños detalles que le dan variedad a una placa que podría haberse ido por el camino fácil del machaque constante.

Lo más impresionante es que, escuchándolo hoy, "Sicario" suena más vivo que muchos lanzamientos recientes. No necesita técnicas modernas ni producción millonaria para volarte la cabeza. Ese es su encanto: la fuerza proviene del carácter, no del brillo. Es un disco que sabe exactamente quién es y a quién le habla, uno de esos trabajos donde todo calza porque no hay ni una pizca de duda en su ejecución. Suena directo, suena honesto, se siente peligroso. El cierre con "Por la fuerza de la razón", postrero grito de ira y rebeldía que nos entrega este discazo, es la viva evidencia de la agresividad con la que los músicos se dejan caer cual golpe de gracia certero a la mollera.

Volver a "Sicario" es recordar que el metal chileno, cuando quiere, no tiene nada que envidarle a nadie. CRIMINAL construyó aquí una declaración de principios: hacer las cosas sin pedir permiso, sin suavizar nada, sin hacerle cariñitos al mercado internacional. Este álbum sigue pateando puertas con la misma fuerza que en 2005, y quizás por eso es tan querido: porque te recuerda que a veces la crudeza —esa que huele a calle, a sudor y a fierro— es la forma más pura de belleza. Y aquí, CRIMINAL, la dejó grabada para siempre al rojo vivo.

Por Hernán González U.

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