Puede haber muchísimas razones por las cuales sientas cariño hacia alguna banda: porque te acompañó de pendejo, porque heredaste la música de familia, porque fue la banda que te inició en el Metal o porque ha sido el concierto que más te impactó. Sin embargo, creo que muchas veces hay un problema de entender las emociones y cómo nos utilizan los medios para hacernos consumir weás. En este sentido, pienso que los fanatismos ciegos transforman al artista -a ojos de quien cae en el juego- en una especie de deidad dentro del Metal, y es ahí cuando se corre el riesgo que te metan “el miembro en el ojo” haciéndote pagar por cosas absurdas a la hora de apreciar a grandes músicos que, no debemos olvidar jamás, son tan humanos y reales como uno mismo; con aciertos y errores, y muchas veces puede ser que el éxito musical nuble el juicio sobre la persona que tienes en frente.

Un ejemplo claro, y el que me motivó a escribir este vómito de “mala onda reflexiva”, fue la anunciada visita de METALLICA a Chile para la quincena de abril en 2020. O sea, ya, una cosa son precios altos, el regreso de la nefasta cancha VIP (que ojalá muchos se pasen por la raja) y el tremendo hype que se genera por la visita de una agrupación de reconocida trayectoria... pero ¡weón, nos están cagando! ¿Cómo es posible que por saludar a una banda y un par de cosas más (mercadería, comida, basura varias) te están cobrando casi 1,8 millones de pesos? Y lo increíble es que se agotó la cuestión; por cosas así es que nos cagan y nos seguirán cagando si no pensamos en que le estamos haciendo el negocio redondo a estos especuladores, aceptando cada mierda que nos quieran meter por adorar a cuatro tipos que hacen buena música, pero en el fondo siguen siendo seres humanos, llenos de errores y virtudes.

El momento para la banda no es más que un negocio redondo que les aseguro será intrascendente para ellos. Y de su boca no vas a conseguir nada más que un saludo todo penca y que te metan el consumismo de una manera que me parece hasta rebajado para una banda de categoría; que el “Sanitarium Rubber Room”, que el “Spit Out to the Bone buffet”, y esos nombres penosos para las super Experience con las que te "envuelan la perdiz" a la par que transforman sus canciones en mera mercancía.

Ok, todos tenemos bandas favoritas, músicos que podemos admirar en lo musical, incluso que realmente sea una buena persona e inteligente (como Chuck Schuldiner <3); pero si te están vendiendo todo hasta la “esencia misma”, están más que prostituidos y podridos... y no solo en plata. No tengo nada contra un meet and greet (si tienes algo interesante que decir o preguntar a un músico, mejor aún), pero creo que “hay un límite que rompe el deseo”, y ese límite es el respeto a uno mismo y no aceptar ese fanatismo absurdo por sobre el ser como persona. Pienso en VIOLATOR y “Poney Ret”, vocalista de los brasileños, cuando se dirige al público en sus conciertos señalando que los que están arriba del escenario y quienes están abajo apoyando, somos los mismos, la misma sangre; sin ídolos ni maestros que adorar. Y creo que ese es el espíritu que debe predominar en el Metal: admiración por la música, pero siempre recordando que el otro es de carne y hueso. Piensa en tu vida un poco y apréciate a ti en primer lugar, que no tienes nada que andar "chupándole las patas" a otra persona que con suerte te va a estirar la mano.

Eso no más, a ponerle más dignidad y conciencia es la invitación, apelando a la camaradería y la hermandad de una escena que pelea constantemente con los egos de quienes se creen el “hoyo del queque”.

Por Hernán Gonzalez U.